Una técnica útil para casa o para el trabajo con niños, niñas y adolescentes.
Trabajar con niños, niñas y adolescentes es quizá una de las mejores oportunidades que tengo en mi vida. Por supuesto, la de vivir con mi hija y mi hijo y aprender cada día con ellos, la supera, pero desde luego ambas están muy conectadas. He leído y leo cada día muchísimo acerca de la maternidad y otros temas relacionados con mi trabajo . (¡Y novelas y cuentos, y manga y comics, pero eso sí que lo hablaré otro día!)
Yo soy de esas profesionales, al menos titulada estaba antes de ser madre, que desde el principio siguió estudiando, formándome y leyendo… ¡y no iba a ser menos cuando llegó la maternidad! Implicándome a tope, como siempre.
Recuerdo que cada día iba a trabajar (meses después de haberme reincorporado tras la baja maternal) leyendo un libro sobre amamantar… Y mi amiga Elvira me preguntaba: «Pero, cuando yo sea madre, ¿tengo que leerme todo eso?» Evidentemente, no. Sin embargo, yo soy infinitamente curiosa y me gusta saber, entender, conocer qué me estaba ocurriendo a mí y a mi hija en aquel tema… y de paso así engancharme a un grupo más del que tanto he aprendido a lo largo de los años y del que forman parte grandes amigas… pero de nuevo, esto es para otro día… Parece que me dan cuerda y me surgen mil ideas que contar…
A lo que íbamos: con mis hijos leí mucho, con ellos y sobre ellos, sobre educación, crianza y todo lo que terciara… pronto me volví muy escogida. Tengo una vara de medir muy clara, te la presto por si te interesa:
«Si un libro no respeta las necesidades de los niños, las niñas y los adolescentes, no merece la pena ser leído.»
Esa es mi regla y desde ella leo y aprendo desde que fui madre. Serlo me ha hecho ser mejor profesional, enganchar mejor con los peques y entenderles mejor.
¿Y qué tiene que ver todo esto con la máscara de las emociones de la que habla el título?
Quería compartir contigo esta técnica que me ha ayudado en casa y en el despacho (en ambos lugares la he utilizado) a ayudar a los niños/as a entender que nuestras emociones en ocasiones son contradictorias.
Las emociones son muchas y mi hija entonces me preguntada:
—¿Por qué estoy contenta y a los cinco minutos tengo unas ganas inmensas de llorar? ¿Por qué a veces me preocupo muchísimo y puedo reírme a carcajadas al minuto siguiente?
Aun recuerdo la cada de aquel peque que me decía:
—Estoy muy feliz porque tengo una nueva familia, pero me duele mucho la barriga cuando me acuerdo de mi educador.
O la de un preadolescente que me explicaba:
—Me gusta que mi padre sea más feliz ahora que no vive en casa, pero ¿cómo puedo ser feliz si veo a mi madre destrozada?
Dibujar esta máscara, que a la vez puede ser triste y alegre, preocupada o feliz, dio pie a charlar con los niños que somos seres emocionales, que nuestras emociones viven a flor de piel y que no tenemos que ser siempre solo felices o estar del todo tristes, como si todo tuviera que ser o blanco o negro.
Es la combinación de unas emociones y otras la que nos hace estar vivos y aprender a lidiar con ellas es una de las grandes tareas que tenemos todas las personas. Entender también que, no solo los niños y niñas tienen que aprender a hacerlo, que muchas personas mayores seguimos necesitando aprender a gestionar nuestras emociones aporta mucha tranquilidad. Y no digo nada ya cuando les explicamos que hace unos años nadie nos hablaba de emociones y que muchos adultos no sabían de que iba esto, que dependía de la «suerte» que tuvieras con la familia que te hubiera tocado o con los profes o con los profesionales que estuvieran en tu camino… aprendías con ellos de modelo, para lo bueno o para lo malo.
Espero que la técnica en sí os sea útil. Hablaremos más adelante de otras ideas útiles que nos pueden servir para seguir hablando de emociones en casa. ¿Quieres compartir tu idea con nosotros? ¿Qué te resulta más interesante con tus hijos en la gestión emocional?

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