«Nunca podrás escapar de tu corazón, así que es mejor que escuches lo que tiene que decirte» Paulo Coelho
Es difícil no haber oído esta frase de Paulo Coelho o haberla relacionado con la leyenda oriental del hilo rojo… ese hilo que une a las personas «destinadas» a estar juntas a pesar de la distancia…
Cualquier adaptación es buena si cumple su objetivo, así que basada en esta leyenda, he podido utilizar el hilo o la lana en multitud de ocasiones con los niños/as… A veces simplemente a modo de taller, sí, jugando a construir nuestras propias figuras o pulseras: con nombres, con nudos, con trenzas,… pero os voy a contar otras ocasiones en que el hilo es especialmente útil. Los peques pueden ver en mi muñeca desde hace años algunas pulseras… algunos me preguntan y dependiendo del momento o de la necesidad, les cuento… Una de ellas es un hilo rojo…

Les cuento muy brevemente esa leyenda que he mencionado que nos une a las personas… y les pregunto a quién están ellos unidos…
Más de una vez, en casos de divorcio, especialmente los conflictivos, me mencionan o a Papá o a Mamá, así que construimos nuestra propia adaptación de pulsera que siempre les recuerde que están muy unidos a esa otra persona con la que no están en un momento dado. Más de uno me ha contado que se mira la muñeca y le sirve acordarse de Mamá cuando pasa días con Papá, sin tener que mencionarla porque «no es un buen tema de conversación en casa de Papá» o que se acuerda de Papá, mientras vive con Mamá… Se sabe unido/a al otro progenitor por ese hilo rojo que simboliza su pulsera…
En otras ocasiones adapto una técnica que me fue útil en la época en que acompañaba a niños y niñas en su preparación para la adopción: la pulsera de los deseos…
En una tira de tela estrecha escribíamos nuestros deseo: por ejemplo «encontrar una familia que me quiera mucho» escribían entonces, pero también que «Papá y Mamá dejen de discutir por mí»; «poder hablar con Papá y Mamá, con quien no esté en ese momento, cuando estoy de vacaciones»; «que Papá no critique a Mamá o viceversa…»
Podría parecer que el primer deseo es el más complicado: no tanto porque cuando ya preparas a un niño para la adopción, su nueva familia ya está esperando… ese deseo se cumple…Pero las cosillas que desean muchos niños cuando el divorcio de sus padres está marcando negativamente su día a día no son nada sencillas, casi nunca están en mano de los niños/as, claro. Y sobre todo, a menudo hay pocas ganas de los adultos por trabajar para cambiar la situación.
Con los peques, lo primero que necesitamos trabajar es la responsabilidad. Porque están tan acostumbrados a oír discutir en torno a ellos, a sus extraescolares, a su Primera Comunión o a los días que les corresponde estar con cada uno, que les parece imposible que la responsabilidad (a menudo hablan de culpa) no sea de ellos. Y desde esa no responsabilidad de los niños y niñas en tareas que les corresponden a los adultos, también legitimamos su necesidad de desear el cambio.
Escondemos en esa tira de tela estrecha sus deseos y trenzamos hilos en torno a ellos. Solo los peques saben qué contiene su pulsera… y la llevan cerca, sabiendo que no es responsabilidad suya que el deseo de se cumpla, porque intervienen las voluntades de los adultos y recordando algunos de esos trucos que vamos aprendiendo poco a poco que nos ayudan a manejar lo que sí podemos manejar: nuestros pensamientos.

Y recordamos que las soluciones que podemos buscar para algunas situaciones pasan en primer lugar por reconocer justo lo que no está en nuestra mano cambiar.
Otra historia sería hablar de cómo trabajamos con los adultos lo que ellos SÍ pueden hacer para cambiar esas situaciones. O qué necesidades de sus hijos/as SÍ pueden cubrir aunque el otro/a progenitor/a no esté por la labor.
¿Te has encontrado en alguna ocasión «enfrentado/a» a los deseos de los niños/as? ¿Cómo has manejado esos deseos que te expresan y que no siempre puedes hacer cumplir? ¿Nos lo cuentas?
Muy buena entrada.
Los adultos deberíamos tomar «consciencia y conciencia» sobre todo lo que está en nuestras manos para mejorar la vida de los menores a nuestro cargo cuando se encuentran en situaciones complicadas y que, además, ellos no eligieron.
Como hija de padres separados con muy mala relación, puedo recordar, incluso en mi adultez, las pequeñas cosas que hubieran aliviado mi ansiedad durante muchos e importantes años de mi vida de infancia y adolescencia.
Únicamente haber empatizado con nosotras como hijas y parte implicada, hubiera hecho la diferencia.
Un niño que se siente prisionero en una situación que engloba toda su vida, será un niño inseguro y que, a la larga, creerá que no merece un montón de cosas que le corresponden por el simple hecho de existir.
Gracias por tus reflexiones y por compartir tus experiencias.