Mi abrazo mágico favorito siempre ha sido la lectura en voz alta, o al menos el arte de contar historias, leídas o inventadas.
Desde niña he tenido el privilegio de escuchar cuentos e historias. Algunos inventados por mi padre como aquellas pipas que hablaban y sentían… y hasta se movían solas por el barrio si era necesario… Una de las historias que quizá más haya escuchado es ésta. En una época en que caminando desde Portilla de la Reina los hombres bajaban caminando al siguiente pueblo, a 8 kilómetros… a mitad de camino, las Peñas Caídas se convirtieron en el Tiro de los Valientes. Os muestro la imagen en primer lugar.

Un día, el abuelo Venancio (mi bisabuelo) aceptó el reto de meter una piedra en el pequeño triángulo que veis entre las peñas. Todo el camino desde Portilla hasta aquí, varios kilómetros, asumiendo el reto y recibiendo mensajes incrédulos de sus compañeros de camino: «¡un cántaro de vino, eso apostamos a que no lo logras!» Al llegar al lugar él mismo se puso a escalar mientras todos protestaban. Por supuesto, todos habían asumido que la piedra se lanzaba desde la carretera, claro… Y él subiendo aseguraba: «ni yo ni nadie dijo en ningún momento desde qué distancia tenía que lanzar la piedra… » Así dice mi padre, que escuchó esta historia a su vez de otros, que el abuelo Venancio ganó el cántaro de vino en el Tiro de los Valientes. Aunque siempre añadía al final… «Creo que luego el cántaro de vino se lo bebieron entre todos, claro.»
Esa historia, junto a otras del burro Canelo o canciones mexicanas aprendidas de su padre quizá, emigrante retornado de aquel país, hacían más llevadero nuestro viaje a Portilla de la Reina cada vez que veníamos. Mi padre ha seguido luego la tradición con sus nietos… y hasta con su yerno, con quién ha pateado todas esas montañas contándole sus aventuras de niño.
Escuchar historias, leídas o narradas por otros, es sin duda una de esos abrazos mágicos que yo he repetido en la crianza de mis hijos. Y no me cansaré de decirlo. En realidad, importan poco, aunque todo sume, si la lectura en voz alta estimula el cerebro de los niños o mejora su desarrollo o aumenta su vocabulario o simplemente enriquece la mente. Leer en voz alta a nuestros hijos e hijas fomenta nuestros vínculos de amor, ese enganche que comienza desde que somos muy pequeños, cuando soñamos a nuestros hijos, en nuestro útero o en nuestros trámites ante la Administración…
Es más, leer en voz alta acompaña a nuestros mayores también, no lo dudéis, si la vida nos lleva junto a la cama de un hospital o una residencia para acompañarles… sigue siendo un abrazo mágico.

Busca momentos en que podáis compartir una historia, leída o inventada. Convertidlo en una tradición compartida. Disfrutadlo. No es necesario que sea el momento de irse a la cama. Quizá en tu caso puede ser un ratito de sofá tras la comida. O lo incorporamos antes de la merienda o antes de salir al parque. No desaproveches la oportunidad. Nuestros peques no lo son durante tanto tiempo.
Si os apetece, compartidnos vuestras historias o vuestros abrazos mágicos favoritos. En Facebook podéis encontrar nuestro nuevo grupo «Abrazos Mágicos» para compartir todas aquellas buenas ideas y retos que la crianza nos ofrece a diario. El enlace está en la imagen.

¿Y tú qué opinas? Deja tu comentario.